Y la nave va
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Sinopsis:
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"E la nave va es mi
decimoctava película. La escribí hace algún tiempo con Tonino Guerra
porque tenía que entregar una idea a no me acuerdo quién. Después de dos
o tres días de charlas indecisas y de confidencias desganadas,
escribimos el guión en sólo tres semanas. Si tres semanas os parecen
pocas para hacer un guión, tened en cuenta que desde las primeras ideas
sobre la narración al comienzo del rodaje han pasado tres años, lo que
me parece un tiempo suficientemente largo para garantizar la espera de
una películo no del todo indigna. [...] Como puntualmente me pasa desde
hace unos quince años, la convivencia demasiado larga con el proyecto de
una película acaba por volverla odiosa: intento apartarla de mis
pensamientos, no quiero hacerla. Y este es el momento en que se hace.
Ahora que E la nave va está acabada, ya no estoy en condiciones de decir
cuáles eran mis sentimientos originarios. Sólo existe la película: lo
que quería hacer es como si se hubiera disuelto. Me acuerdo de que
hablaba de personajes con un encanto fantástico, como el que tienen las
fotografías de personas desconocidas. Decía que quería hacer una
película al estilo de mis primeras obras, y por tanto tenía que ser en
blanco y negro, más aún, rayado, con manchas de humedad, como un hayazgo
de cinemateca. Un falso, a fin de cuentas, y esto era lo que me
seducía, porque pienso que el verdadero cine tiene que ser así. No sé
qué queda de estos propósitos en la película, porque, en el momento de
rodar, las cosas se presentan de forma providencial según las formas de
siempre. Esta vez es posible que haya tardado un poco más de lo normal
en la elección de las caras. Me parecía necesario encontrar rostros que
pudieran parecerse verdaderamente a los personajes que ya no existen,
desaparecidos en el tiempo, que nos conmueven, nos vuelven curiosos,
porque nos parece que ese peinado ya no se utiliza, que ese traje de
hace cien años, esa forma de sonreír, de observarnos con una mirada
perdida para siempre, quiere revelarnos el sentido de una historia, la
narración de una existencia. Y he pensado que tal vez actores de otros
países, de otra sociedad, de usos y costumbres distintos, pudieran
expresar mejor este tipo de remota lejanía, de conmovedora extrañeza.
Esta creo que es la verdadera razón por la cual veréis, además de a
muchos actores italianos, a otros ingleses, franceses, alemanes, además
muy verosímiles por el hecho de interpretar personajes de estas
nacionalidades.
[...] He trabajado con mis colaboradores de siempre, y con algunos nuevos, como el maestro Plenizio, que me ha seguido, conduciéndome a través de una aventura musical muy interesante para mí. Y Andrea Zanzotto, como ya hizo en Casanova, una vez más me ha regalado el placer de su excepcional colaboración, divirtiéndose, creo, en componer versos para la música de Verdi y Rossini. En este viaje ha habido otra presenciaamistosa y estimulante, la del escritor Andrea de Carlo que ha seguido la película como ayudante. He rodado durante 14 semanas con 120 actores y centenares de figurantes en 8 plateaux de Cineccitá, donde se han construido 40 decorados. He utilizado 64.000 metros de negativo. La película dura 2 horas y 12 minutos, que son 3.650 metros. Ahora la película está acabada. Un amigo que la ha visto me ha dicho que es terrible. Tal vez lo ha dicho para alegrarme porque crea que un autor se siente muy alagado cuando le dicen que ha hecho algo que da miedo. Pero éste no es mi caso. Tengo la impresión de que es alegre, una película que da ganas de hacer inmediatamente otra.
[...] Barbara Gefford; cuando Guidarino la presenta se ufana en decirme que es una V.I.P., que me debo comportar bien, no tratarla con familiaridad. Guidarino es verdaderamente severo. Cada vez que le llevo a Londres adopta la actitud, las maneras reticentes de un gran señor inglés consternado por arrastrar tras de sí a un bruto, un salvaje. La V.I.P. tiene un bello rostro de reina mala, me parece que tiene la autoridad, la agresividad, la arrogancia, el orgullo de pavo real de la Cuffari. Es necesario que recuerde esta excelente impresión que he experimentado. Lástima, mi memoria visual se debilita; cada vez me pasa más a menudo, viendo la fotografía de un actor, pedir impacientemente a mis ayudantes que me lo convoquen y ellos, con una pequeña sonrisa gentil, embarazada, me dicen, al fin, que a este actor, ya le he visto la semana pasada. ¿Es grave? Quizá, sí, en mi trabajo.
[...] Jill Bennet. Hace más de diez años que deseo volverla a ver. Aquí en Inglaterra es una diva. También me dicen que ha tenido seis maridos, entre los cuales está Peter Brook. En mis archivos de Roma, tengo una de sus fotografías que se remonta a una quincena de años, y que siempre miraba fascinado. Es pequeña de estatura, pero camina con unos pasos suaves de pantera, y no se percibe que es pequeña. Se sienta sobre el sillón, encogiendo las piernas bajo el almohadón, se las acaricia durante todo el tiempo que pasamos charlando. Dice cosas inteligentes y muy simpáticas sobre mi trabajo. Le doy las gracias un poco intimidado. Tiene un fuerte magnetismo, me imagino que desde el escenario debe hipnotizar a los espectadores. Le describo el personaje de la princesa ciega, añadiendo en el último momento que también es vidente. Ríe divertida, después se queda seria, grave, con una mirada vacía, apagada, y la sonrisa suave y dulce de los que no ven. Casi tengo ganas de aplaudir. En la puerta, me tiende la mano para que se la bese como a una reina, me mira fijamente con grandes ojos fosforescentes, ojos de bestia salvaje nocturna, un poco maltrecha por la vida del circo y, con una voz que viene del vientre, baja y profunda, me dice que quiere absolutamente ese papel". (Federico Fellini, http://mgar.net/cine/elanave.htm)
[...] He trabajado con mis colaboradores de siempre, y con algunos nuevos, como el maestro Plenizio, que me ha seguido, conduciéndome a través de una aventura musical muy interesante para mí. Y Andrea Zanzotto, como ya hizo en Casanova, una vez más me ha regalado el placer de su excepcional colaboración, divirtiéndose, creo, en componer versos para la música de Verdi y Rossini. En este viaje ha habido otra presenciaamistosa y estimulante, la del escritor Andrea de Carlo que ha seguido la película como ayudante. He rodado durante 14 semanas con 120 actores y centenares de figurantes en 8 plateaux de Cineccitá, donde se han construido 40 decorados. He utilizado 64.000 metros de negativo. La película dura 2 horas y 12 minutos, que son 3.650 metros. Ahora la película está acabada. Un amigo que la ha visto me ha dicho que es terrible. Tal vez lo ha dicho para alegrarme porque crea que un autor se siente muy alagado cuando le dicen que ha hecho algo que da miedo. Pero éste no es mi caso. Tengo la impresión de que es alegre, una película que da ganas de hacer inmediatamente otra.
[...] Barbara Gefford; cuando Guidarino la presenta se ufana en decirme que es una V.I.P., que me debo comportar bien, no tratarla con familiaridad. Guidarino es verdaderamente severo. Cada vez que le llevo a Londres adopta la actitud, las maneras reticentes de un gran señor inglés consternado por arrastrar tras de sí a un bruto, un salvaje. La V.I.P. tiene un bello rostro de reina mala, me parece que tiene la autoridad, la agresividad, la arrogancia, el orgullo de pavo real de la Cuffari. Es necesario que recuerde esta excelente impresión que he experimentado. Lástima, mi memoria visual se debilita; cada vez me pasa más a menudo, viendo la fotografía de un actor, pedir impacientemente a mis ayudantes que me lo convoquen y ellos, con una pequeña sonrisa gentil, embarazada, me dicen, al fin, que a este actor, ya le he visto la semana pasada. ¿Es grave? Quizá, sí, en mi trabajo.
[...] Jill Bennet. Hace más de diez años que deseo volverla a ver. Aquí en Inglaterra es una diva. También me dicen que ha tenido seis maridos, entre los cuales está Peter Brook. En mis archivos de Roma, tengo una de sus fotografías que se remonta a una quincena de años, y que siempre miraba fascinado. Es pequeña de estatura, pero camina con unos pasos suaves de pantera, y no se percibe que es pequeña. Se sienta sobre el sillón, encogiendo las piernas bajo el almohadón, se las acaricia durante todo el tiempo que pasamos charlando. Dice cosas inteligentes y muy simpáticas sobre mi trabajo. Le doy las gracias un poco intimidado. Tiene un fuerte magnetismo, me imagino que desde el escenario debe hipnotizar a los espectadores. Le describo el personaje de la princesa ciega, añadiendo en el último momento que también es vidente. Ríe divertida, después se queda seria, grave, con una mirada vacía, apagada, y la sonrisa suave y dulce de los que no ven. Casi tengo ganas de aplaudir. En la puerta, me tiende la mano para que se la bese como a una reina, me mira fijamente con grandes ojos fosforescentes, ojos de bestia salvaje nocturna, un poco maltrecha por la vida del circo y, con una voz que viene del vientre, baja y profunda, me dice que quiere absolutamente ese papel". (Federico Fellini, http://mgar.net/cine/elanave.htm)
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