Luciano,
sale de prisión y es llevado por su hermano, Flórido, a casa de
Alfreda, donde trabajará como sirviente. Alfreda le dice que su mayor
deseo es que se le aparezca la virgen, lo que deja a Luciano admirado.
Además de todo, ahora la rica señora viene con sus pretensiones
sublimes. ¿No le bastaba con tener un Aston Martin y un Jaguar aparcado a
la puerta de casa, ni tener diez vestidos para cada estación? Todo fue
culpa del profesor Heschel, o de quien fuera… Ir más allá de la promesa
sería una herejía. Alfreda dijo que no descansaría mientras no viera a
Maria y le hiciera unas cuantas preguntas. Filipe Quinta, el
Falsificador, afirma tener la solución. Sin embargo, Bahia, su marido,
escuchaba música… (FILMAFFINITY)
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