Oslo, 31. August
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Sinopsis:
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Aunque el calendario indique lo
contrario, el verano termina con la llega de septiembre. Septiembre
marca de hecho el inicio del año y no enero: entraña el comienzo de un
nuevo curso, la vuelta al trabajo, el regreso a la gran ciudad. La
verdadera ruptura se produce el treinta y uno de agosto, porque aunque
no se celebre ni quede marcado oficialmente septiembre siempre es
sinónimo de algo que está por venir, de nuevos planes, de una vida
totalmente diferente. Anders, el protagonista de la película, debe
decidir qué hacer con su vida, y no es casualidad que su recorrido sea
la historia de una ciudad (Oslo) y la crónica de un día (coincidiendo
con las últimas horas del estío). El factor temporal se impone como
clave de la segunda película de Joachim Trier. Por ser una historia en
orden cronológico, y al mismo tiempo llena de fugas y partes, con un
inicio dialogado y un segundo tramo musicalizado, con la evocación de un
pasado que no volverá a modo de prólogo y el viaje posterior, marcado
por dos intentos de suicidio que indican que Anders quiere hundirse y no
salir a la superficie de su piscina emocional.
Trier ni quiere ni compadece a su personaje, no busca entenderlo ni justificarlo, sino más bien enseñar la silueta de un cuerpo, la sombra de una figura, aceptando que las verdades y las motivaciones internas del personaje solo le pertenecen al propio Anders. De alguna forma, Oslo, 31 August es no solo el relato objetivo de lo acontecido durante 24 horas sino una evocación de lo que fue y de lo que pudo haber sido. En el cine es más interesante dejar la historia patas arriba, porque la respuesta no debe emanar de las imágenes sino de la imaginación y la sensibilidad de quien mira. Es aquí donde Oslo, 31 August se convierte en un boceto, en una pátina de colores difusos a partir de los cuales podrían surgir mil y un relatos.
Hay un momento decisivo para entender la película. En una escena Anders se encuentra en una cafetería llena de gente. Está rodeado de seres y al mismo tiempo solo, y así lo estará durante todo el metraje. Oye las conversaciones de los demás, y curiosamente las vidas que discurren a su alrededor le son ajenas, y aún así guardan cierta relación con lo que el personaje siente o podría sentir, piensa o podría pensar. En ese instante la película viene a decirnos que una vida sin Anders es posible: forma parte del plano y al mismo tiempo parece invisible. Oslo, 31 August es eso: el cuento de alguien que se difumina hasta desaparecer mientras el espectador obtiene las armas suficientes para interpretar, que no enjuiciar, lo que está viendo, a quien está viendo.
Cine poético e incómodo, triste y valiente, para gente despierta y atenta. Una película de muerte que paradójicamente está muy viva. Especial y casi mística. Un personaje, una jornada y un film que ya están entre las mejores experiencias cinematográficas del 2012.
Cinoscar & Rarities, Xavier Vidal (FilmAffinity)
CAPTURAS:
Trier ni quiere ni compadece a su personaje, no busca entenderlo ni justificarlo, sino más bien enseñar la silueta de un cuerpo, la sombra de una figura, aceptando que las verdades y las motivaciones internas del personaje solo le pertenecen al propio Anders. De alguna forma, Oslo, 31 August es no solo el relato objetivo de lo acontecido durante 24 horas sino una evocación de lo que fue y de lo que pudo haber sido. En el cine es más interesante dejar la historia patas arriba, porque la respuesta no debe emanar de las imágenes sino de la imaginación y la sensibilidad de quien mira. Es aquí donde Oslo, 31 August se convierte en un boceto, en una pátina de colores difusos a partir de los cuales podrían surgir mil y un relatos.
Hay un momento decisivo para entender la película. En una escena Anders se encuentra en una cafetería llena de gente. Está rodeado de seres y al mismo tiempo solo, y así lo estará durante todo el metraje. Oye las conversaciones de los demás, y curiosamente las vidas que discurren a su alrededor le son ajenas, y aún así guardan cierta relación con lo que el personaje siente o podría sentir, piensa o podría pensar. En ese instante la película viene a decirnos que una vida sin Anders es posible: forma parte del plano y al mismo tiempo parece invisible. Oslo, 31 August es eso: el cuento de alguien que se difumina hasta desaparecer mientras el espectador obtiene las armas suficientes para interpretar, que no enjuiciar, lo que está viendo, a quien está viendo.
Cine poético e incómodo, triste y valiente, para gente despierta y atenta. Una película de muerte que paradójicamente está muy viva. Especial y casi mística. Un personaje, una jornada y un film que ya están entre las mejores experiencias cinematográficas del 2012.
Cinoscar & Rarities, Xavier Vidal (FilmAffinity)
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